El tiempo es, y ha sido sin dudas, una de las propiedades físicas más intrigantes para el hombre en toda época. El lento pero constante avance de las agujas de reloj, inevitable marca que guía nuestra vida, hace que los minutos y las horas se sucedan como imágenes a color de un futuro muchas veces incierto.
Al igual que le ocurriese a Don Carlos Salvador en aquellas memorables vigilias mejicanas, desde que las fauces del fútbol laplaciano me depositaron en el cargo ya vencido de DT interino, cada noche antes de un partido me invade cierta ansiedad, por momentos desbordante ¿Qué planes indecodificables tendrá Dios para el encuentro de hoy frente a Arquitectura? ¿Qué nos deparará el destino en este cotejo? ¿Qué deseos tendrá la caprichosa tricolor? Y lo principal, ¿con qué equipo de Exactas nos encontraremos hoy? ¿El que saca a relucir su amor propio e intenta ganar por el simple hecho de saber quién es? ¿o veremos a aquel al que aún le incomoda ser candidato a seguir subiendo peldaños para llegar a ser un gran equipo? Sea como sea, buscaremos en la fresca brisa matinal las respuestas y luego, festejaremos como el Señor manda, sentados al pie de un árbol rodeado de amigos, con un refresco en la mano, a la sombra del cálido sol del mediodía, haber dejado el alma en el rectángulo de juego.
Abrazo de gol de trasnoche,
Charlie
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